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Roberto Durán, o “Mano(s) de piedra” como muchos le decimos, o “El Cholo” como le dicen otros, es el mejor boxeador panameño y el mejor peso ligero de todos los tiempos. De sus 119 combates ganó 103, de los cuales 70 fueron por knock-out, en otras palabras, solo perdió 16 veces en toda su carrera que duró 33 años. Así lo conoce la mayoría de la gente y el mundo entero. Pero para mí: es el hijo de mi vecina. El primer recuerdo de su nombre, que logro hacer memoria, es de cuando en mi tierna infancia escuchaba a mi madre que en un tono burlesco e irónico se preguntaba cómo podría ser alguien tan BRUTO como para ganar tanta plata y quedar si ni un peso por habérsela gastado toda en drogas y fiestas, cómo podía alguien caer tan bajo que tuvo que pedir limosnas al Estado para seguir pagando su casa, cómo no le arregló la casa a su mamá que estaba “pa la caga“, y cómo otras cosas más. Cada vez que aparecía Durán en la tele, mi mamá se preguntaba lo mismo y yo escuchaba.

Son las 5:30 de la mañana en el barrio de San Miguelito, hay pocos carros en la calle, poca gente que camina hacia sus trabajos, está empezando el amanecer, aún hay fresquito antes que reviente el sol con todo y ya están mis vecinos entrenando. Corren cual maratón por el costado de las calles, esquivando carros, transeúntes, perros, lo que se cruce. Son chicos de entre los 17 y 25 años, todos con el mismo sueño: ser como “El Cholo”. Sueñan con salir de la pobreza usando de trampolín al boxeo y de motor al coraje. Igual que hizo Durán.

Hoy, Durán es propietario de un restaurante temático sobre su carrera, fabrica un ron que lleva su apellido, fundó gimnasios de boxeo en la Ciudad de Panamá y tiene una película que cuenta su historia. La casa de su mamá, sigue igual. El adolescente de ayer que le tocó vivir cerca de la zona del canal y usó la rabia hacia los gringos de inspiración para pelear, es el ícono que habla con “xuxas” como cualquier vecino en la calle. Es para mí, un héroe real, el ejemplo en carne propia de lo lejos que nos puede llevar tener coraje y valentía en la vida. Aunque la cosa se ponga fea. Es el ejemplo que tanta falta hace. Eso es Durán para mí, mi héroe antihéroe.

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