Terence Crawford le demostró a Hank Lundy que los golpes en realidad duelen más que las palabras, noqueándolo a los 2:09 del quinto asalto la noche del sábado en el Teatro del Madison Square Garden en esta ciudad.

“Lundy salió fuerte y se me hizo difícil descifrarlo. Tiene buen ritmo y velocidad. Pero una vez que lo hice, sabía que ganaría”, dijo Crawford tras defender exitosamente su título 140 libras, versión Organización Mundial de Boxeo. “Se lo dije a todos. Tengo fuego en ambas manos”.

“Me alcanzó con un buen golpe, eso fue todo”, expresó Lundy. “Me lastimó y me afectó el equilibrio”.

Lundy dominó el primer round con alocados volados de derecha y ocasionales ganchos zurdos, sacudiendo varias veces al campeón.

En el segundo ambos pelearon más calmados y Crawford, peleando a lo zurdo, dominó con su jab a distancia.

El retador volvió a su ofensiva poco ortodoxa en el tercero, pero con menor éxito.

Los golpes de Crawford comenzaron a hacer mella en Lundy durante el cuarto round, y la expresión facial del retador, que hasta entonces era una de osadía, comenzó a cambiar a una de preocupación.

Al final de la vuelta, Lundy sangraba por el lado de su ojo izquierdo.

Una combinación de Crawford a media distancia hizo sonreír a Lundy, como consciente de que la pelea se le iba de las manos. Una derecha de Crawford lo lastimó y una combinación lo tiró maltrecho frente a su esquina.

Lundy se reincorporó con dificultad y no lucía muy decidido a seguir peleando. Pero le dijo que sí al réferi, y se quedó en su esquina esperando la inevitable ofensiva del campeón, quien no lo dejó salir de la esquina. Tras un par de potentes combinaciones, incluyendo dos sólidas derechas al rostro, el réferi intervino entre los gladiadores para evitar que Lundy continuara recibiendo castigo innecesariamente.

El dúo, que por poco se fue a las manos en la conferencia de prensa el jueves pasado, hizo las pases luego del pleito.