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El 14 de septiembre de 1923, en el Polo Grounds de Nueva York, el argentino Luis Ángel Firpo escribió una página gloriosa en la historia del boxeo latinoamericano y mundial cuando tuvo la oportunidad de pelear por el título mundial de los pesados, enfrentando nada más ni nada menos que a Jack Dempsey, uno de los mayores boxeadores de la historia.

Era la primera vez que un pugilista latinoamericano llegaba a esa instancia. En ese momento Firpo tenía 28 años. Otro elemento a tener en cuenta es que en esa época las “Funciones de Box” estaban proscriptas en Argentina, por lo que el deporte se practicaba en forma amateur y sus exhibiciones eran clandestinas, lo que no quitaba que fuera un deporte popular y difundido.

La noche del la pelea tenía dos lugares de encuentro: uno era en Nueva York, donde 80.000 personas se reunían para ver la pelea. Altamente difundida en los EE.UU. de forma propagandista, como muestra de buena voluntad del campeón local al darle la posibilidad a un sudamericano de disputarle el título. La política exterior Norteamericana venia de una década de la doctrina del “Gran garrote” interviniendo militar y económicamente en toda América Latina; sin ir más lejos, hacía tan sólo 6 meses que los yankis se retiraban de lo que sería la primera ocupación de la República Dominicana (1916-1924). Para entender un poco más lo que significaba políticamente el evento alcanzaba con señalar a algunos miembros de la audiencia como el magnate John Pierpont Morgan, el periodista Joseph Pulitzer o el posterior presidente estadounidense Franklin Roosevelt.

El otro punto de encuentro era el viejo edificio del diario La Prensa en Argentina, situado en Avenida de Mayo de Buenos Aires, porque allí se había instalado una antena para seguir la transmisión, que en aquellos tiempos no pasaba de la radiofonía. Además, se había convenido que en caso de que ganase Firpo se encendería una sirena azul para comunicar la victoria a los porteños, mientras que si el triunfo pertenecía a Dempsey la sirena sería roja.

Jack Dempsey salió con todo en el primer round y derribó a Firpo en siete oportunidades, aunque él también puso “rodilla en tierra”. Sobre el final de ese increíble round, un derechazo mitad golpe mitad empellón del bonaerense se estrelló en la mandíbula de Dempsey, quien cayó fuera del ring.

Dempsey aterrizó sobre los periodistas, golpeándose la cabeza contra una máquina de escribir, sufriendo un corte en la parte posterior de su cabeza. Estuvo entre 14 y 17 segundos -según diversas fuentes- fuera del ring; sin embargo el árbitro llegó sólo a la cuenta de 9 cuando Dempsey logró regresar, ayudado por los periodistas. Esta cuenta increíblemente lenta, sumada al hecho de que Dempsey no volvió al ring por sus propios medios, hizo que muchos reclamen que Firpo debió haber sido declarado ganador por nocaut. En el segundo asalto, el norteamericano ya se había recuperado del susto y logró derribar tres veces a Firpo, hasta que la pelea es detenida a los 57 segundos, declarando ganador a Dempsey por nocaut.

Sin embargo Firpo quedó en la historia por su bravura y por ser el protagonista principal de una imagen que recorrió el mundo, en la cual aparece contemplando como el gran Dempsey caída fuera del ensogado. La trascendencia de este hecho fue tal que el deporte de los puños se hizo altamente popular, lo que decidió a las autoridades a legalizar la actividad pugilística. Es por eso que hoy, como cada 14 de septiembre, se conmemora el “Día del Boxeador” en Argentina y en buena parte de Latinoamérica.

Como Boxeadores, si bien felicitamos la gesta de Firpo y la importancia para el boxeo latinoamericano, proponemos que en nuestro país se celebre el día del boxeador el 9 de septiembre, fecha en la que se recuerda la muerte del primer mártir del boxeo chileno, Adolfo Morales, como una forma de homenajear su figura y de tener conciencia de la responsabilidad que se debe asumir a la hora de practicar y promover este hermoso deporte.