🏠 Freddie Roach mira alrededor del Wild Card Boxing Club, el gimnasio que construyó su leyenda. Treinta años después de abrir sus puertas, el hombre que entrenó a campeones como Oscar De La Hoya, Miguel Cotto y Mike Tyson se prepara para una última batalla junto al peleador que lo definió: Manny Pacquiao.
🇵🇭 “Era 2001 cuando un chico filipino tocó la puerta y me preguntó: ‘¿Puedes atrapar mis golpes?’“, recuerda Roach, sonriendo. “Manny empezó a lanzar combinaciones y su velocidad era increíble. Supe que era especial”. Pocas semanas después, Pacquiao noqueaba a Lehlohonolo Ledwaba y ganaba su primer título mundial.
🎬 Pero la historia del Wild Card comienza con un nombre inesperado: Mickey Rourke. El actor, en plena crisis profesional en los 80, soñaba con ser boxeador y convenció a Roach de mudarse a Hollywood. “Construyó este gimnasio con pisos de madera como una cancha de básquet”, cuenta Freddie. Cuando Rourke colgó los guantes, le dejó el lugar. Así nació el templo del boxeo.
👴 Todo, sin embargo, se remonta a Eddie Futch, el maestro que entrenó a Joe Frazier y moldeó a Roach. “Eddie era como un libro abierto. Aprendí observándolo, escuchando cada palabra”, dice. Aún hoy, usa sus métodos, como los temidos “30 segundos” de trabajo explosivo que dejaron agotado hasta a De La Hoya.
🔥 Roach no oculta su emoción al hablar de Cain Sandoval, un joven peso ligero que vive en el apartamento adjunto al gimnasio, tal como él lo hizo. “Tiene el potencial para ser estrella”, asegura. Pero su mirada se nubla al mencionar el Parkinson, consecuencia de no retirarse a tiempo como peleador. “La enfermedad está ahí, pero en el ring, con los mitts, sigo sintiéndome vivo”.
💔 La relación con Pacquiao tuvo tensiones cuando Roach le pidió retirarse. Pero ahora, ante el regreso del filipino contra Mario Barrios, el viejo entrenador no puede evitar analizar videos del rival en su laptop. “Su esposa, que siempre le decía ‘retírate’, esta vez lo animó. Él solo quiere demostrar que todavía es real”.
⏳ Roach sabe que este es el final. “Pacquiao ya lo hizo todo. Pero si quiere un último baile, estaré ahí”. Mientras, en el Wild Card, los golpes a los sacos siguen sonando. Como hace 30 años. Como siempre.