Aquella velada en el Araneta Coliseum —renombrado temporalmente Philippine Coliseum— fue el capítulo final de una rivalidad profunda y personal que se había iniciado años antes y que ya había ofrecido al público dos épicas citas previas.
🥊 Hace cinco décadas, el 1 de octubre de 1975, en una arena asfixiante de Filipinas, Muhammad Ali y Joe Frazier se enfrentaron por tercera y última vez en un combate que quedaría inscrito como uno de los más brutales y emblemáticos de la historia del boxeo.
🔥 Aquella velada en el Araneta Coliseum —renombrado temporalmente Philippine Coliseum— fue el capítulo final de una rivalidad profunda y personal que se había iniciado años antes y que ya había ofrecido al público dos épicas citas previas.
🌡️ El escenario marcó la pelea: un inicio a las 10 de la mañana para acomodar audiencias internacionales, un techo de aluminio y temperaturas que, según quienes lo vivieron, llegaron a ser insoportables —Jerry Izenberg estimó que rondaron los 112 grados bajo las luces—.
🤼 Ali y Frazier llegaban con trayectorias muy distintas; Ali, figura mediática mundial, y Frazier, superviviente de una infancia dura y campeón durante el exilio de Ali, representaban dos aproximaciones contrapuestas al oficio pugilístico y a la vida misma.
👨⚖️ En lo técnico, el papel del árbitro Carlos Padilla fue crucial: su mano firme impidió que la pelea degenerara en constantes clinches y ordenó un combate de pura guerra. La autoridad de Padilla quedó fuera de discusión incluso ante la tensión de delegados y promotores.
🔁 El desarrollo mostró fases de dominio alterno: Ali brilló desde afuera en los primeros rounds; Frazier respondió con su potencia y sus letales hooks al cuerpo y a la cabeza; y la pelea osciló entre el boxeo táctico y el castigo encarnizado hasta el tramo final.
💥 El tramo decisivo llegó con un dramatismo apabullante: después de rounds de desgaste mutuo, Ali logró una remontada en los últimos episodios, metiendo series de golpes que dejaron a Frazier maltrecho y con un ojo prácticamente cerrado.
😵 Al concluir la agonía, el entrenador Eddie Futch decidió poner fin a la contienda: “Sit down, son”, dijo a su pupilo, y Ali cayó exhausto en su esquina, describiendo después aquello como lo más cercano a la muerte que había vivido.
🎖️ La lectura posterior unió la épica y la tragedia: Izenberg escribió que Ali y Frazier no habían peleado por un cinturón, sino “por el campeonato del otro”, y que ese título nunca quedaría resuelto. En la posdata, la enemistad entre ambos nunca terminó de curarse totalmente.
🌍 Medio siglo después, el Thrilla in Manila permanece como símbolo de lo mejor y lo más cruel del boxeo: una confrontación forjada en orgullo, poder y sacrificio que definió a dos hombres y marcó para siempre la historia del deporte.