Decepción se podía leer en el rostro de Óscar Bravo al terminar el combate. El juicioso árbitro Ray Corona había decidido detener la reyerta luego de que el chileno recibiera un cruzado en plena mejilla que, aparentemente, no parecía haber causado gran daño por sí solo.

Sin embargo, la Mákina ya había sido examinado por los médicos en dos descansos anteriores, su desgaste se hacía cada vez más notorio y la superioridad de su rival, acostumbrado al peso súperligero a diferencia de Bravo, era evidente. Había sido mucho el castigo.

Al principio, el santiaguino mostró lo que prometió. Salió más agresivo que de costumbre. Con su cintura se metía constantemente en la guardia de su rival y trató de quitarle la iniciativa. Pero la ansiedad lo fundió rápido.

Ya desde el segundo asalto, el chileno empezó a mostrar signos de cansancio, su defensa era cada vez más pasiva y le abrió la oportunidad a Torres para hacer lo que mejor saber hacer: dominar el combate a punta de jabs, aprovechando la larga distancia y, de vez en cuando, causar daño con sus golpes de derecha.

Rápidamente, la pelea se volvió un monólogo del norteamericano. Todo eso hasta el quinto round. Las pocas personas presentes en el Omega Products International de Corona -recordemos que el combate era sin público por la pandemia del coronavirus- fueron testigos de un chispazo que parecía revivir a Bravo. El chileno salió a quemar sus últimos cartuchos buscando el lucky punch y conectó una certera derecha por sobre la guardia de su espigado oponente.

Pero su rival apenas se remeció. Acto seguido, el estadounidense exhibió un amplio abanico de recursos defensivos (clinch, cintura y pasos laterales) y logró zafar de la presión del nacional. Es más, a mitad del asalto, le propinó un espectacular upper cut de contragolpe que dejó muy dañado a Bravo.

En el descanso, el entrenador Joel Díaz cacheteó al chileno para que reaccionara, pero a esas alturas una remontada se veía improbable y simplemente se acabó. Bravo terminó masticando su propia amargura en su esquina, sabiendo que perdió ante un rival más grande, más fuerte, más hábil, y fuera de su categoría.