“No estoy en la cárcel por asesinato. Estoy en la cárcel porque soy un negro en Estados Unidos de América, donde quienes ostentan poder sólo permitirían a un negro ser un bufón o ser un criminal”, afirmó en una entrevista en el año 1975, Rubin “Huracán” Carter, el púgil que inspiró la canción del recientemente galardonado con el premio Nobel de Literatura, Bob Dylan.

Corría el año de 1966 cuando la carrera de Carter subía como la espuma. Al menos dentro del cuadrilátero, pues su condición de negro en Estados Unidos le seguía haciendo sufrir problemas de racismo. En ese mismo año hubo un triple asesinato en un bar cercano en donde el “Huracán” había estado esa misma noche. Era el principal sospechoso de las autoridades. Algunas investigaciones apuntaban a su culpabilidad. Era un ex-convicto. Era negro.

Después de catorce años y tras conocer la biografía del boxeador, un grupo de jóvenes abogados decide estudiar su caso. Tal es su interés y tan poderosas las evidencias que encuentra, que sus esfuerzos abren de nuevo la investigación.

Rubin Carter durante uno de sus entrenamientos.

Rubin Carter durante uno de sus entrenamientos.

Rubin tuvo una infancia difícil. Cuando tenía 11 años un hombre blanco adinerado y viejo se acercó al grupo de amigos de Rubin intentando seducir a uno de ellos —en ese tiempo era muy común que personas adineradas buscaran cometer ese tipo de crímenes, pues los niños negros eran presa fácil. ¿Quién le iba a hacer caso a un niño negro denunciando un abuso sexual de parte de un miembro distinguido de la comunidad? (blanco obviamente). Rubin defendió a su amigo lanzando una botella de vidrio que le pegó en la cabeza al acosador. Ambos forcejearon, pero Rubin huyó tras clavarle una navaja en el brazo. Una semana después lo arrestaron; el policía que lo interrogó —se llamaba Della Pesca—,aprovechó para amenazarlo y humillarlo por ser negro. Llevaron a Rubin a una corte para menores y le dictaron sentencia de permanecer en un reformatorio hasta los 21 años.

En ese violento reformatorio aprendió a sobrevivir, entre peleas y abusos sexuales. Rubin se escapó dos años antes de cumplir su sentencia. Se enroló en el ejército y se hizo paracaidista. Superó problemas personales como su tartamudez (por la que lo discriminaban aún más) y se hizo boxeador profesional.

Cuando volvió a su pueblo natal era ya campeón de peso Welter europeo. En cuanto pisó de nuevo su territorio Della Pesca, ahora convertido en Sargento, lo encarceló para que cumpliera su condena. Rubin salió de la cárcel el 21 de septiembre de 1961, tras entrenar mucho para convertirse en boxeador profesional, y al salir, juró nunca más volver a pisar una prisión. Contrajo matrimonio con una joven de su vecindario, con quien tuvo un hijo, y al siguiente año fue nombrado púgil del año.

Aún cuando era una figura pública reconocida, sufría por ser de raza negra. Uno de los ejemplos más escandalosos sucedió el 24 de diciembre de 1964, día en que le propinó una paliza al entonces campeón mundial de peso medio (Joey Giardello); sin embargo, el cinturón se lo dieron a Giardello después de una deliberación de 35 minutos. El motivo: un negro no podía ganarle a un blanco.

En 1966 ocurrió el suceso trágico que llevó a Rubin a la cárcel: Estaba bebiendo en un bar para relajarse, donde uno de sus fans –John Artis (también negro) – lo reconoce y más tarde se ofrece llevarlo a su casa (aproximadamente a las 2:30 de la madrugada). Ya encaminados, una patrulla los detiene y sin interrogarlos, son forzados a acompañar a los policías. Después se enterarían que se había cometido un asesinato a sangre fría en otro bar, y se reconoció a dos negros en un auto blanco como los agresores. Rubin y Artis eran sospechosos.

Sin decirles la razón por la cual los llevaban detenidos, Rubin y Artis fueron conducidos al bar donde estaban los testigos, quienes aseguraron que ellos no eran los negros que habían visto. Posteriormente los llevaron al Hospital St. Joseph para que una de las víctimas los reconociera, y aunque estaba mal herido aseguró que ni Rubin ni Artis habían sido los agresores.

En ese lugar estaba el sargento Della Pesca, quien parecía inducir al herido para que los reconociera. Rubin “Huracán” Carter se dio cuenta que aquel sargento que lo había discriminado y humillado, quería involucrarlos en el asesinato a como diera lugar. Ese mismo año juzgaron a Rubin Carter y a John Artis, en un juicio lleno de mentiras y prejuicios raciales, condenándolos a tres cadenas perpetuas. Cabe hacer mención que el jurado estaba conformado solamente por hombres blancos.

En la cárcel el Huracán volvía a recibir amenazas. En esta ocasión fue el director del reformatorio quien le aclaró que, en caso de que alguien quisiera hacerle daño, él no podría protegerlo.

Dylan y Carter mantuvieron el contacto con el paso de los años.

Dylan y Carter mantuvieron el contacto con el paso de los años.

A la hora en la que se llamó para denunciar los asesinatos, Rubin y Artis estaban aún en el otro bar; sin embargo los policías declararon que había sido antes. Uno de los testigos que estaba en el bar, declaró esa noche que no reconocía a Rubin ni Artis como los asesinos. Sin embargo, como tenía problemas con la autoridad, mintió en el juicio a cambio de su propia libertad.

Patty Valentine —otra testigo—, dijo que el auto en que se alejaban los asesinos era un Dodge Monaco; sin embargo el modelo que conducía Artis era un Dodge Polaro.

Los abogados que asumieron la defensa de Carter años después reunieron pruebas de corrupción policial y ministerial, de los prejuicios raciales de los tribunales que juzgaron el caso de Rubin “Huracán” Carter.

Hubo entonces que hacer una elección difícil, pues si se presentaban las pruebas al Tribunal Estatal podrían pasar años antes de la resolución; en cambio, si se presentaban al Tribunal Federal, el juez tendría la oportunidad de rechazar esas pruebas (por saltar al Tribunal Estatal) y entonces se perderían para siempre. Todo dependía de si el juez se daba la oportunidad de revisar las pruebas y de su aceptación.

Finalmente en noviembre de 1985 se le da la oportunidad a Carter de presentar las pruebas. El juez, tras revisarlas, le concedió a Carter la libertad inmediatamente. Se reconocieron los elementos de racismo durante el proceso penal. Se reconoció la corrupción de la fuerza policial con la que se coercionaron declaraciones y se manipularon pruebas. Carter fue puesto en libertad.

El célebre boxeador y activista por los derechos de los presos murió en 2014 a la edad de 76 años. Carter se convirtió en un símbolo internacional de injusticia racial y su historia quedó plasmada para siempre en la letra y música de Bob Dylan.