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Por Juan Larena, desde Los Ángeles, Estados Unidos.

Ya con renombre y una medalla de oro cosechada en la Olimpiada de 1984, Pernell Whitaker saltó del amateurismo al profesionalismo con la misma naturalidad con que esquivaba los ataques de sus rivales. Empezó como peso ligero y llegó a sumar títulos en cuatro categorías. Su técnica era sencillamente brillante, aun superior a la que luego haría famoso a Mayweather. Era capaz de adivinar la proyección de los golpes de sus adversarios y, si alguno se filtraba en la trama defensiva, un milimétrico movimiento de cintura o un giro de la cabeza (que parecía responder a la advertencia de un “radar”) se encargaba de resolver el problema.

Lamentablemente, fuera del ring el alcohol, la cocaína y los falsos amigos contribuyeron a empañar su imagen. Una de esas historias tristes en una profesión durísima donde el muchacho que surge de un barrio bravo alcanza fama y dinero…. pero no logra controlar las facetas negativas.

En lamentable final, cruzando una calle de Virginia Beach, a eso de la 10 de la noche del domingo, falleció atropellado por una pickup…. tenía 55 años. Un epílogo amargo que sacudió el ámbito de este deporte donde a veces la gloria y la desgracia parecen entremezclarse, como una extensión dramática de lo que vemos sobre un cuadrilátero… y en este caso el shock da paso al recuerdo de un hombre que protagonizó combates extraordinarios.

Sin ser un pegador de gran potencia (17 KOs en 40 triunfos) hacía alarde de su rapidez y certeza en la proyección de sus golpes y siempre estaba preparado para diluir las réplicas con su genialidad defensiva. Como confesó uno de sus más notorios vencidos: “Cuando entraba a moverse y a pegar desde todos los ángulos, yo pensaba que estaba peleando contra un montón”.

Debutó como profesional en l984 y recién 4 años después, tras 15 victorias al hilo, tuvo su primera oportunidad de título mundial: en Francia ante José Luis Ramírez. Las vergonzosas tarjetas de los jurados Newton Campos y Louis Michel le regalaron la victoria a Ramírez, en uno de los despojos más comentados de esa década.
Transcurridos 17 meses ¨Sweet Pea” se tomaría revancha, derrotando al mexicano por decisión unánime. Nueve años después, en Las Vegas, Whitaker perdería otra pelea cuyo resultado todavía sigue siendo discutido. En esa oportunidad fueron las tarjetas de Giampa, Roth y Shirley la que merecieron duras críticas al inclinarse exageradamente por el Golden Boy. Pero ninguno de esos fallos puede compararse con el que presencié en San Antonio, Texas en 1993, donde Pernell Whitaker le dio cátedra de boxeo a Julio César Chávez…. y la gran mayoría de los 65.000 expectadores (incluidos compatriotas de Chávez) abuchearon el escandaloso empate decretado por los jurados. Creo que en 28 años de relatar peleas por Space, nunca estuvo mejor empleada la palabra ROBO.

Whitaker, entrenado por el legendario Lou Duva, con su hijo Dan Duva como promotor, enriqueció su historial con triunfos sobre figuras de la talla de Roger Mayweather (tío de Floyd), Buddy McGirt y Azumah Nelson. En 1995 hasta se animó a buscar la corona de los super welter.
Fue en un salón menor del Centro de Convenciones de Atlantic City. El público desbordó la capacidad del recinto y Dan Duva, -que había sido operado de un tumor en el cerebro un año antes – me dijo: “Qué mal debo andar que cometí el error de no contratar el estadio grande”. Ganó Whitaker y Dan falleció meses después. (En otra oportunidad nos ocuparemos en particular de la famosa familia Duva).

Tras la injusta derrota frente a De La Hoya, la mala vida fue cobrándole factura a Pernell. Siempre apegado a la cocaína, dio positivo en una pelea eliminatoria contra el ruso Andrey Pestryaev. Su victoria fue anulada y lo suspendieron por seis meses. A renglón seguido la WBA le dio el pase para que enfrentara por el título a Quartey, con la condición de someterse a tests sin aviso previo durante un período de seis meses. Volvió a dar positivo en una de esas pruebas y la pelea se canceló.
Reapareció en 1999 contra el entonces invicto Tito Trinidad. El boricua vapuleó durante los 12 rounds a un Whitaker que apenas fue una sombra del pugilista de otros tiempos. Dos años más tarde trató de dar vuelta el almanaque ante el discreto Carlos Bojorquez . Sobre el final del segundo round lanzó un cross de izquierda e inmediatamente sintió un fuerte dolor. Estaba ganando por puntos y continuó como pudo, pero ya en el cuarto round el médico le indicó al referee que no debía seguir. Los rayos X revelarían luego que había sufrido la fractura de la clavícula izquierda.

Colgó los guantes pero continuó a los tumbos con la adicción, que hasta le costó una temporada en la cárcel. Salió con la promesa, cumplida a medias, de enderezar el rumbo. Ganaba lo que podía como entrenador en gimnasios de Virginia y haciendo presentaciones promocionales. Este fin de semana lo esperaban en Las Vegas para integrarlo a las actividades programadas en torno al combate Pacquiao- Thurman. En cambio, serán diez campanadas antes del inicio del combate del sábado, las que honrarán la memoria de un grande del boxeo. Q.E.P.D. Pernell Whitaker.

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