Fotos: Camilo Barriga.

El Campeonato Nacional es el torneo más importante del país para el boxeo femenino, sin embargo, sigue ocupando un lugar inexplicablemente secundario para las dirigencias y los clubes. No hay planes ni políticas ni proyectos. Da la impresión de que apenas hay voluntad.

En tres años, vivimos una verdadera montaña rusa. Pasamos de un torneo donde hubo una sola pelea (2017) a otro con récord histórico de participantes (2018) con 33 boxeadoras de todo el país. Este año prometía seguir multiplicando el número de púgiles, pero con suerte llegó la mitad.

¿Las razones? Son variadas. Desde que se bajó una delegación completa (como la de Valdivia, que el año pasado fue una de las más destacadas) hasta la intoxicación de una de las llamadas a ser figuras del torneo por comerse un handroll en la calle, que puede sonar anecdótico, pero ilustra muy bien lo descuidado que está el boxeo femenino en Chile.

Marcela Romero (Santiago Centro) recibe un golpe en el rostro de Estefanía Berrueta (Castro) en una de las finales más electrizantes del torneo.

También hay mucha desconfianza hacia la organización. Este año se acomodaron los límites de edad, se inventaron categorías (67 kilos no existe en ninguna parte del mundo), se bajaron peleas por una diferencia de 300 gramos, pero se aprobó la participación de una boxeadora que llegó pasada por casi un kilo y medio. E incluso, se llegó a incentivar un combate con casi seis kilos de diferencia (la definición de los 75 kilos era una locura, afortunadamente no se disputó).

¿Improvisación? Puede ser. Pero yo diría que sobre todo hay desinterés. De hecho, haciendo un mapeo rápido, los clubes más tradicionales suelen llevar siempre pocas representantes mujeres.

Además, desde la Federación se mantiene el recelo hacia las deportistas que también practican kickboxing u otras disciplinas, cuando la evidencia ha demostrado que son más un aporte que una desventaja. ¿Cómo puede ser negativo que el boxeo resulte más atractivo para atletas de otros deportes?

El año pasado se les hizo firmar un documento donde se les exigía compromiso a sólo seguir una carrera en el boxeo olímpico, apegados en las normativas de AIBA -hoy hundida en la corrupción-. Pese a ello, ¿qué les ofrece el boxeo chileno para pedirles exclusividad?

Vicky Quevedo (Santiago Centro) intercambia golpe con Iris Puschel (Rahue).

Ahora bien, aunque el panorama parece sumergido en tinieblas, también hubo elementos luminosos en este torneo. La participación de la delegación de Castro no sólo fue radiante, sino que además muestran el camino que hay que seguir. La labor que lleva adelante Santiago Cárdenas en Chiloé es digna de imitar, tal como lo fue el equipo de Valdivia que encabezaron el año pasado Daniela Asenjo y Alejandro Concha.

La final entre Estefanía Berrueta y Marcela Romero fue una batalla que tuvo una intensidad y un despliegue técnico que ya quisieran tener varias peleas de varones. Marcela Maichil tuvo una merecida revancha tras su polémica eliminación del año pasado. Y lo de Vicky Quevedo es para aplaudirlo de aquí hasta el fin de los tiempos, ya que conquistó su tricampeonato nacional pese a sufrir un calambre en la última parte de la contienda.

Otra de las cosas destacables es la contratación de una presentadora para el campeonato, dejando definitivamente atrás los comentarios desubicados de los animadores de charol de antaño.

Finalmente, también distinguir el buen cometido de árbitros y jueces, uno de los temas pendientes del año pasado. Salvo pequeñas excepciones en semifinales, en general el colegiado estuvo a la altura.

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