Es en estos años es cuando se desarrolla el mejor boxeo que ha tenido nuestro país, con una multitud de boxeadores en la capital del boxeo mundial en Estados Unidos, Loayza, Vicentini, Romero, Beiza, Parra, Fernandito y Godoy quienes hicieron campañas en largos periodos en las más importantes carteleras, fueron portadores de escuela de boxeo norteamericano, los cronistas de la época resaltan es que ante el descenso de las súper estrellas como Vicentini y Loayza en los años 30 el boxeo quedo 10 años hasta 1940 sumergido en el más profundo oscurantismo, que  a su juicio provocaba el boxeo amateur.[1] Durante este periodo sucedió un evento extraño, con el fervor popular provocado por los exitosos boxeadores nacionales de la década de 1920, el deporte se difundió, multiplicándose en gran medida por los numerosos clubes obreros, universitarios y de fuerzas armadas que establecieron un nutrido circuito de boxeo amateur, Fernandito quien probablemente fuel mejor boxeador técnicamente hablando de nuestra historia, salió precisamente del torneo escolar del Instituto Nacional. Al parecer en la época si existía una nutrida competencia que a todas luces beneficiaba el circuito local, Antonio Fernández estaba integrado al circuito nacional desde los 13 años. Así en 1931 se hace profesional y destaca con su habilidad como estilista al vencer al reconocido Tani Loayza, por puntos en dos ocasiones. Pero el público de la época que más bien veía el boxeo como un encuentro frontal entre púgiles que solo tendía al intercambio, así las cosas Fernandito tuvo un breve paso por Argentina y desde ahí donde fue apodado por la prensa argentina como el “eximio”, así Fernandito como el mejor estilista de la época pudo posicionarse a nivel continental, lo que le permitió llegar en 1940 a Nueva York e incluso estar calificado dentro el ranking mundial welter, lo que acabo con su prometedora carrera en Estados Unidos fue la Segunda Guerra Mundial, de todos modos fue una experiencia enriquecedora lo que posibilito que tuviera una gran experiencia, incluso entrenando a figuras del box nacional como Roberto Balbontin. Mientras el boxeo internacional se alejaba del combate frontal y el intercambio a corta distancia, en Europa y Estados Unidos, en Chile las figuras que reinaban eran Peloduro Buccione, Simón Guerra, Carlos Rendich y Oscar Francino. Los tres primeros fueron boxeadores de renombre por su combate cerrado, con golpes al cuerpo, guardias frontales y sobre todo gran resistencia al intercambio, el entrenamiento estaba destinado a la resistencia cardiovascular  y al castigo físico, contrario era caso de Oscar Francino quien era reconocido como el “elegante” quien desde 1943 tuvo una carrera prometedora, sin embargo la falta de una escuela estilista y trabajo defensivo de piernas, fue haciendo que su estilo fuera superado, dando pie a la escuela de intercambios y distancia corta que era la característica en nuestro país. El boxeo local no despego en gran medida con la excepción de Fernandito y Carabantes quienes pudieron, con su juego de piernas y manejo táctico del contra golpe lucir en el extranjero. Este estilo era poco común en Chile, tanto porque no era comercialmente atractivo como que a sí mismo no existían exponentes del boxeo europeo en Chile. Esto afecto en el desarrollo de nuestro pugilismo desarrollando una variable de media distancia, frontal encaminada a un intercambio constante y algo que vemos hasta hoy, el lucky punch, fue un recurso ofensivo en el boxeo mundial desde la década de 1920, un golpe furioso de suerte que revirtiera la pelea. En Chile “cloroformo” Valenzuela gano muchos combates con esta idea en mente, que básicamente se trataba de un único golpe de gran potencia que teóricamente podría cambiar el giro del combate.

De esta manera el boxeo chileno se formó con pegadores duros que tenían buena resistencia a los golpes, con potencia en corta y media distancia, pero con un débil manejo de las habilidades defensivas. Aun así en la década de los 50 el boxeo tendría una de sus más grandes victorias, presea olímpica. Pero eso será parte de la tercera parte de la historia de la escuela del boxeo chileno.

 

 

[1] “Diez años perdidos”, nota Revista Estadio 11 de enero de 1947, n° 191