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El pasado viernes vimos como Vasily Lomachenko se volvió a superar a sí mismo. Crolla estaba en la forma de su vida y había entrenado como nunca antes, pero fue en vano. Casi parecía un “paquete”

Crolla no superó las expectativas, personalmente esperaba un nocaut al 8vo o quizás en los rounds finales, pero Lomachenko, como siempre, encontró el camino para hacer lo imposible.

Mejoró en muchos aspectos, incluso cuando alguien tan eximio como Lomachenko se permite mejorar. En comparación a su combate con Pedraza se vio más rápido, con un trabajo de ángulos casi de efectos especiales, a milímetros de ser golpeado, pero con una precisión quirúrgica, destinada a provocar daño.

Su velocidad y eficiencia ofensiva era tal, que Crolla ni siquiera podía lanzar golpes. Ciertamente no había nada que Joe Gallagher pudiera haber hecho en la esquina. Una vez más, esos detalles eran irrelevantes. Anthony podría haber tenido a Ángelo Dundee, Eddie Futch y George Benton en la esquina y no hubiera logrado llegar al quinto.

Lomachenko creció, en defensa, movilidad y ofensiva. Todo parece indicar que está destinado a ejercer una supremacía en el boxeo actual, y aun no vemos todo su potencial.

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