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Es 1926 y nuestro país, especialmente Santiago era un hervidero de boxeo, cientos de jóvenes habían visto el caso particular de Vicentini y Loaiza, venidos desde el sur y el norte, y ahora triunfaban en los Estados Unidos. Eran verdaderas estrellas mediáticas. Esto hizo que un buen grupo de soñadores llegaran a la capital y engrosaran las filas del boxeo. En masa desde todo el país acudían a Santiago muchos jóvenes que querían replicar la historia heroica de Vicentini o Loaiza. Uno de estos jóvenes fue Bernardo Torrijos, de Osorno quien en durante el campeonato amateur de 1926, no obtuvo resultados, principalmente por su estatura, el combatía en peso medio y su estatura era más propia de un peso ligero que de un peso medio. Ocasionaba que sus combates fueran muy extremos y tenía que siempre combatir a corta distancia llevándose lo peor del combate.

Pero Torrijos era fuerte, años de trabajo al como peón lo habían vuelto duro y era muy resistente. Torrijos se preparó para el boxeo a profesional, sus entrenadores de la época lograron que bajara a peso welter 66 kilos y comenzó a tener combates en la escena local, en donde comenzó a llamar la atención, por su rapidez de manos y habilidad para conectar todo tipo de golpes a corta distancia. En aquellos años, el fajar a los rivales era un asunto importante ya que, los fanáticos del boxeo, querían ver refriega y esto le hacía muy bien a la carrera de Torrijos. Así llego su gran oportunidad, El campeón peruano Icochea, llevaba durante largo rato noqueando a todos los pesos medios nacionales. Alto y dueño de un recto de derecha temible, era un rival de poder en la escena chilena, su capacidad para liquidar por la vía rápida a los contrincantes nacionales, lo había puesto como favorito en las apuestas. Pero Torrijos aún tenía mucho que decir, en el segundo asalto recibió el impacto frontal de Icochea, lo que le produjo una enorme inflamación y quedo con solo un ojo, pero Torrijos no se rindió, busco la pelea corta en donde los brazos largos de Icochea de poco servían, llegado el décimo asalto, Torrijos logro lo imposible, noqueo a Icochea. Su victoria fue rotunda, y catapulto como el “petizo” peso medio, en donde de manera increíble reino en la categoría, hasta la llegada de KO Briset un peruano, que era un verdadero muro de ébano. Lo noqueo de forma brutal al segundo asalto. Pero Torrijos no se complicaba, simplemente pensó que podía hacer carrera en el extranjero, que en el fondo era el gran objetivo de todos los boxeadores de la época la mayoría buscaba, salir de los “trabajos” fijados para la clase obrera, en el caso de Torrijos era peón en Osorno y si, se daba por vencido, solo le quedaría ser peón.

Torrijos con un optimismo a toda prueba partió con dirección a Argentina, donde realizo una increíble cantidad de giras, por Santiago del Estero, Tucumán, Buenos Aires y Córdoba. Torrijos se dio el lujo de vivir del boxeo. Si bien dadas sus condiciones de baja estatura y problemas constantes para hacer el peso en la categoría welter. Supo sacarse partido y adquirir enorme experiencia en diversos combates en Argentina. El “petizo” Torrijos, supo vencer los códigos de su época. Y luchar contra su supuesto destino. No fue peón, sino boxeador, siendo de mucho menor estatura, si combatió durante mucho como peso medio. Su estatura fue una dificultad constante, sin embargo, se sobrepuso a su destino. Bernardo Torrijos será recordado, por su boxeo agresivo, de corta distancia, que dependía de su fortuna.