Cuesta creer que la que hoy es considerada como la mejor boxeadora de la historia pudo nunca practicar este deporte si es que hubiese obedecido las reglas de su natal Irlanda.
El boxeo femenino a fines de los 90 todavía era considerado una excentricidad en ciertos países y en otros algo prohibido. Irlanda era uno de esos lugares donde la práctica de este deporte para las mujeres no estaba permitida pero a la pequeña Katie Taylor poco le importó.
Su padre Pete Taylor fue un boxeador profesional que no destacó durante su carrera deportiva, aún así siguió ligado a este deporte como entrenador y su pasión por el pugilismo de a poco se fue traspasando a su pequeña hija Katie. El problema es que como existía una prohibición para las mujeres de participar en peleas de boxeo amateur la familia tuvo que recurrir a otras opciones para seguir con la tradición.
Fue ahí donde nació “Kay Taylor” la identidad masculina de Katie con la cual pudo participar en competencias, aunque no duró por mucho tiempo. “Era la única mujer boxeadora en el país en ese momento así que tenía que fingir que era un niño para entrar en estas competencias”, recordaba Katie Taylor previo a su combate ante Amanda Serrano.
“Solía tener el pelo recogido en mi casco y ser conocida como Kay Taylor. Cuando me quité el casco al final de la pelea y se dieron cuenta de que era una niña hubo un gran alboroto”, recordaba la irlandesa.
Pero su talento natural y la determinación que mostró para practicar este deporte quebró el paradigma en su país. A los pocos años el boxeo fue permitido para las mujeres y Katie Taylor se convirtió en el estandarte de una disciplina que volvió a brillar en Irlanda gracias a sus puños.
Como pueden ver, lo del Madison Square Garden no es la primera vez en que Taylor rompe la historia y marca un antes y un después para el deporte femenino. El legado de la irlandesa todavía está en construcción y su aporte probablemente termine por incrementar el legado que ya ha forjado en esta disciplina.
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