Estaba todo dispuesto en el gimnasio del Club México para que hiciera una buena actuación y lo hizo. Fue poco más de un año y medio sin peleas las que tuvo que esperar Oscar Bravo para subir nuevamente a un ring y por eso cualquier análisis debe tener ese antecedente como contexto, sobre todo si consideramos el bajo nivel que tuvo el rival.

Es cierto, el argentino César “Pinino” Vergara no venía en buena forma, no fue capaz de dar el peso y su falta de preparación se hizo evidente sobre el cuadrilatero. Pero más allá del precario nivel mostrado por el trasandino, lo importante era ver a Bravo, porque si te van a poner un rival débil al frente para que te luzcas, eso es lo que debes hacer, lucirte.

Bravo peleaba además con la motivación de saber que un triunfo podría brindarle una nueva oportunidad en los Estados Unidos, específicamente en Las Vegas (se habla de un título mundial), por lo que tenía que dejar una buena impresión. Tenía que pasar por encima de Vergara, y lo hizo.

Desde que sonó la campana se vio a un Bravo decidido a acortar las distancias y buscar la pelea corta. De nada le sirvió a Vergara tratar de mantener la distancia (aprovechando su mayor alcance de brazos) Bravo se metía entre la guardia del trasandino y con certeros Uppercuts comenzó a mermar la resistencia de “Pinino”.

Un par de buenas manos de Vergara fue lo único que mostró el argentino, cada vez que Bravo lograba acortar distancia causaba daño y ese daño se reflejó en el segundo round, con un Vergara acabado físicamente y un Bravo que comenzó a dominar el combate sin mayor resistencia.

El desenlace era el esperado, dos caídas del argentino y la pelea se acababa temprano, en el segundo asalto. El chileno demostró que no solo puede derrotar a un rival inferior, sino que además posee los recursos para dominarlo, lo que abre una esperanza respecto de lo que pueda ocurrir en esta segunda oportunidad en los Estados Unidos.