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La historia de Pacífico Campos, no es una de grandes victorias en el extranjero, tampoco incontables KO, es la de un obrero, que acudía temprano a su trabajo, cumplía con sus labores de padre en la tarde y el resto del día lo pasaba entrenando.

Con una jornada laboral de 8 horas aun le quedaba tiempo para ser padre y profesional del box. Su historia es particular, y curiosamente era atleta antes de boxeador, llegando a Santiago desde temprana edad, se radicó en un barrio de Avenida Matta y acudía a las competencias  atléticas que se realizaban en el Parque O’Higgins desde principios del siglo XX, como una alternativa a la agitada actividad deportiva de la capital por esos años, en donde la práctica de ciclismo y atletismo era habituales en el capitalino parque.

Pacifico Campos era un atleta de fondo, comenta a la Revista Estadio en 1954, que a “él lo que le tiraba era el atletismo” pero, el “barrio” lo llevo a defenderse de los matones. Fue así como comenzó a practicar boxeo en el club Corcolén de avenida Matta, este club era visitado por antiguos púgiles de renombre como Simón Guerra y Manuel Castillo entre otros, fue así como Pacífico “el loco” Campos, destaco por su side-step y buen juego de piernas, el cual desarrollo con una maestría pocas veces vista en el boxeo nacional, donde destacaban los “pegadores” como Buccione o Guerra.

Campos llamaba la atención por sus bailes en el ring y rápidos contragolpes, con un tipo de boxeo que se hacía atractivo al espectáculo, como púgil obtuvo variados éxitos en el amateur, representando los colores de su club Corcolén, fue cuatro veces campeón peso medio de Santiago, vice campeón nacional dos veces y también seleccionado nacional, participando en el competitivo campeonato Latinoamericano. Después de una exitosa carrera como amateur, pasó al profesionalismo impulsado y auspiciado por la empresa de puertas y ventanas Galaz, en donde se despeñaba laboriosamente como carpintero. Así fue como auspiciado por su empresa comenzó en el box profesional siendo uno de los platos fuertes de las veladas en el Caupolicán, siendo aplaudido tanto si perdía como si ganaba, si bien Campos siempre estuvo en segundo orden, respecto de sus contemporáneos, combatió con todos los campeones de su época, siendo abatido solo por figuras como Humberto Loaiza, llego a ser respetado por el público por su práctica deportiva y entrega al espectáculo, siempre cordial con sus rivales y ofreciendo peleas con alto concepto deportivo que agradaban al público.

Cuando Revista Estadio lo entrevista[1], en 1954 reconoce que el boxeo no es una actividad particularmente lucrativa, sin embargo para él “la práctica de este deporte es un método efectivo para cultivar el cuerpo y el carácter.” Su visión del boxeo es particularmente aficionada y deportiva, en ningún momento Pacifico, ve el boxeo como una actividad comercial, para él sus puertas y ventanas seguían siendo su principal actividad diaria.

La historia de Pacifico Campos, nos habla de la formación deportiva del Chile de 1950, vista en gran medida como una actividad amateur, surgida desde el barrio, pero incluso con empresas que apoyan a sus trabajadores. Es una historia llena de entrega a un deporte que como bien indica Campos, no lo volvería un millonario, pero si era capaz de entregarle carácter y fortalecer su físico. Su visión es complemente deportiva, sin embargo al parecer en los últimos 60 años no han ocurrido muchos cambios , mas allá de que las empresas ya no apoyan a nadie, la formación del boxeador “profesional” sigue siendo la misma, se prepara en el tiempo libre y se come como se puede y se hace por una escasa paga. Al parecer en términos deportivos estamos aún donde empezamos en cuanto a industria del boxeo se refiere

[1] Nota “El Loco Cuerdo, Pacifico Campos”, Revista Estadio 4 de septiembre de 1954