Es 1947 y en Santiago se realiza un torneo de boxeo muy singular. No se trata de que no existieran competencias por esos años, pero estas eran más bien de carácter nacional o focalizadas en ciertas instituciones específicas de la estructura social, ya sea en la universidad, en clubes obreros como FFCC o las FFAA, que desde 1930 venían compitiendo en los torneos nacionales.

La fiebre del boxeo llegó fuerte durante la primera década del siglo XX, llegando incluso a ser prohibido debido a la muerte de Adolfo Morales en 1911. No obstante, en 1917 este deporte se oficializó de manera definitiva, dando lugar a la formación de dos organismos reguladores independientes. Así, la organización del boxeo nacional se dividió, por una parte, entre la Federación de Boxeo de Chile, organismo actualmente vigente, y, por otro lado, la Asociación de Centros de Box, que rivalizaron por el dominio de este deporte durante la primera mitad del siglo XX. Para ese entonces, se organizaban torneos en los que participaban hasta los colegios, destacando, por ejemplo, el caso de “Fernandito” del Instituto Nacional, así de modo que la vida deportiva amateur era muy fluida. Sin embargo, hacia 1930, la crisis económica y política que afectó al país disminuiría en gran medida los espectáculos boxeriles, mientras que el fútbol ganaba terreno en el espectro deportivo nacional.

Dicho panorama no impediría que, hacia 1930, el encuentro entre Luis Vicentini y Tani Loaiza, congregara a un total de 75.000 mil espectadores en el Campo Los Sports. A partir de aquí, si bien es cierto el boxeo seguiría siendo un deporte muy popular, nunca más congregaría tal cantidad de público.

Durante el periodo de 1935 a 1956, existió una transición paulatina hacia un mayor protagonismo del boxeo amateur, lo que tendría relación con dos fenómenos que iban en aumento. Por un lado, la sociabilidad obrera de todas las tendencias por medio del deporte estaba muy extendida, ya fuera en clubes obreros o centros de boxeo. Por otra parte, la baja de salarios y el modelo de sustitución de importaciones que se fue desarrollando hacia 1940, que configuraría un aumento salarial y, a su vez, mayor disponibilidad de bienes[2], demostrando un aumento de cercano al 103% hacia 1948. Así, por ejemplo, la proporción de salarios recibidos por un ebanista (uno de los oficios más comunes en el boxeo) era de $79 pesos diarios en Valparaíso, mientras que Concepción ascendían a $87 pesos y, en Santiago, alcanzaban un monto de $120 pesos[3].

Esta proporción de salarios nos permite vislumbrar uno de los aspectos más propios del Torneo de los Barrios, su organización eminentemente popular y perteneciente a los sectores más fabriles de la capital. El aumento de la industrialización en Santiago provocó una inmigración masiva hacia la capital, lo que se vio potenciado si pensamos en que los sueldos en la agricultura eran un 49% más bajos[4]. Así,  los barrios santiaguinos atiborrados de obreros necesitaban ciertas válvulas de escape y de representación identitaria, dando lugar en 1947 a la creación de este torneo, curiosamente después de la crisis de post guerra de 1946, teniendo relación con una de las mismas formas de subsistencia y participación local como formas de sobrevivencia[5].

El Torneo de los Barrios, que tiene su primera versión en 1947, con dos ring instalados en medio del Estadio Chile, ya hacia 1950 era un lugar con plena participación popular, en el que se incluían los barrios Diez de Julio, San Francisco, Yarur (San Joaquín), Plaza Yungay, Estación Central y Barrio Huemul. Más tarde, en 1957, cuando el torneo ya estaba más consolidado, también comenzaría a participar la Universidad de Chile y la Universidad Católica,  además de la Armada, representada por  su guarnición  de Santiago.

La participación de los barrios y entidades que tienden a estar tan segmentadas tiene relación directa con la colaboración de estas organizaciones en la sociedad de forma pluriclasista. Si bien es cierto que varios sectores de izquierda no supieron capitalizar el deporte como plataforma de inclusión social, generalmente minusvalorándolo como alternativa política de interacción viable, esto tuvo relación con la poca comprensión del entorno deportivo desde sus orígenes en Chile, en la diferencia del caso argentino, donde el anarquismo supo capitalizar de mucho mejor manera el ocio de los obreros.

En lo que respecta a la arista deportiva, el Torneo de los Barrios potenció la participación de Santiago en los campeonatos nacionales. Si bien ninguno de los medallistas olímpicos de 1956 salió de este torneo, sí lo hicieron varios campeones nacionales, como Fernando Lizama y los hermanos Cornejo, que tendrían una destacada contribución en variados juegos panamericanos. De esta forma, una de las cosas que enriquecía el boxeo por estos años, era que, si bien existía la Federación y otros organismos reguladores, el deporte era comunitario, identificándose con los barrios o instituciones, como las universidades, permitiendo la competencia a gran escala y llevando así el deporte a la comunidad en su conjunto, y en variadas aristas propias de este. Así, se diferenciaría del panorama actual, donde el alto rendimiento ha cooptado la masividad y los recursos, además de la segmentación social de nuestra capital, que dificultan la reproducción de estos escenarios de participación directamente barrial.

Sin duda estamos frente a un Santiago distinto, en donde la población vibra con el deporte, practicándolo desde el núcleo de organización más básico, sin aspiraciones grandilocuentes, que finalmente encierran el deporte para unos pocos iniciados.

 

 

Edición de Marta Valenzuela, Facso.

[2] Geografía económica de Chile: tomo 2 . Disponible en Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-121978.html . Accedido en 1/8/2017. Página 216

[3]Geografía económica de Chile / Corporación de Fomento de la Producción; Fundación Pedro Aguirre Cerda. Santiago : CORFO, 1950-1962 (Santiago : Universitaria) 4 v., [4] h. Página 217

[4] Corfo Op Cit. P. 217

[5] Esto está relacionado con la venta de artículos comestibles, que aún es común en las veladas de boxeo amateur.